The show musn´t go on

¡Dejadme en paz! Sólo quiero que no me quieran. ¿Tan difícil es de entender? ¿Acaso mi lengua es ininteligible?

Me niego a estar

Ni elijo ser

Solo deseo no despertar

Y sentir vencer

Vencer que no es ganar sino perder

Vencer que es ceder y perecer,

ante el obeso peso al que el alma se ha visto sometida,

siendo vencida por humillada y más hundida.

Las instrucciones del juego han caducado y quedado obsoletas, repletas de decapitaciones y desactualizaciones, en donde hasta las letras se han visto adulteradas y harto distorsionadas. Huelen a una mezcolanza intensa y densa de azufre e hidrógeno a cuyo mercaptano han pedido la mano, hallándose en demasía descompuestas y con hedor podridas y malheridas.

¿Qué sentido tiene continuar el juego, si desconozco y ya, ni conocer las reglas, deseo?

¿Por qué el puñetero show siempre tiene que continuar sin mi permiso, sin tan si quiera un insignificante, pero merecido, previo aviso?

¡¡Si yo no quiero mover ficha!!

¡Protesto! Atornillo mis pies al suelo ante la atónita y extraña mirada de todos. “¿¡No tenéis cosas mejores que hacer!?” Nadie me responde. Un silencio insoportable se cierne en derredor taladrando mis oídos y perforando mis profundos y vergonzosos, aunque poderosos, tímpanos.

Miradas furtivas lanzan envenenados dardos hacia mis ennegrecidas pupilas bañadas por un aturquesado mar que se desboca y agita, ahogando traicionera e injustamente con sus propias manos asesinas a aquellas a la que tantas veces enmarcó y ensalzó. Homicidio excusado ante el bestial impacto de las malnacidas y afiladas puntas que con tan solo un sutil roce, logran dar de pleno en la diana y ganar el gran trofeo que se erige para ensalzar el triunfo del mal, sobre el bien, en una solemne ceremonia de entrega a los inmerecidos y estafadores ganadores de las pesadas doradas, fervorosas y adoradas medallas de los malnacidos frente a los seres de luz que brillan y alumbran a los demás generosamente con luz propia, la que nunca verán todos los malvados engendros que bien cargó y a los que a buen recaudo encargó; el maldito diablo.

¡Ahí os quedáis!

By Wendy

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